domingo, 20 de abril de 2014

No tengo mis papeles en regla (y los que se aprovechan de ello)

Si no sellas el paro, lo pierdes. Si no renovaste tu NIE, te pueden tirar una orden de expulsión. Casos extremos, sí. Pero reales, y muchas veces, irreversibles.
Esta situación es más común de lo que parece. No importa si eres nacional del Estado en el que vives, o extranjero. Esa situación afecta por igual a todos. Cierto es, unas veces con consecuencias más graves, otras veces menos.
Nosotros, los ciudadanos de a pie, estamos siempre a merced del Estado, del ordenamiento jurídico, del Gran Hermano, míralo como lo quieras ver. Dura lex, sed lex. La Ley es dura, pero es Ley. 


La documentación genera ciclos que han de ser cumplidos estrictamente, so pena de sufrir consecuencias como las que hemos enumerado en el encabezado. Quienes sufren las consecuencias más estrictas en España son, por supuesto, los extranjeros, que por descuido, negligencia, lo que sea, dejan que sus lapsos pasen, generando además un border de intolerancia por parte del Estado español casi que inaceptable.
Derechos adquiridos hace décadas se transforman en irreclamables, como el caso de la madre que, con hijas españolas de origen, pensó que para renovar sus papeles debía contraer nupcias con un nacional, porque le cobraron un montón de euros para que pensara eso.
Casos como este sublevan mi alma de abogado, por el pésimo asesoramiento o por la codicia de los compañeros que, en su momento, vieron un caso, y no a una persona. 


Honeste vivere, suum quique tribuere, alterum non laedere, fueron los tres principios básicos que nos enseñaron en nuestras facultades. Venezuela, España, USA, no importa. Todos nuestros Códigos Deontológicos recogen exactamente lo mismo.
Ese trío de principios, Ulpiano dixit, constituyen, o deben constituir, nuestro modus vivendi. Vivir honestamente, dar a cada quien lo suyo y no dañar a nadie. Este trío de normas base no debería ser tan difícil de llevar, y sin embargo…
Es nuestro deber asesorar a los clientes. La labor educativa de la ley es difícil de impartir, cierto es, pues no hay peor sordo que el que no quiere oír, como ocurre con nuestros clientes, pero debemos machacarlos. ¿Cuándo está satisfecho nuestro deber profesional? ¡Nunca!
Hasta que las cosas no queden suficientemente documentadas, nuestros clientes completamente normalizados, nuestra labor no ha de cesar. Para eso estamos. Ese es nuestro deber como abogados, al fin, auxiliares del Estado de Derecho.

1 comentario: